Los jóvenes olvidaron sus canciones o Tierra de fuego (Parte II)
16.11.2024 En Portugal, de donde provengo y donde hoy vive Gabriel Chaile, sólo hay una palabra para designar la Tierra, el suelo y el terreno: Terra. Planeta es terra. Patria es terra. El compost es terra. La tierra firme, distinta del mar o del aire, es terra. Pertenecer al planeta es ser terrestre. Aterrizar es aterrar y enterrar es (como en español) enterrar. Un aterro es un basural, la negación, a-, de terra, la tierra destruida. Terracota es tierra cocida. Terra es a la vez lugar, espacio y materia. Es la sustancia y el concepto que hace posible el encuentro: el devenir de los seres, la configuración de las cosas, el surgimiento de lugares y experiencias. La tierra es la sustancia primordial de la que procedemos y a la que volveremos.Existe una interesante confluencia entre los múltiples significados de terra y las formas en que Gabriel Chaile expresa su pertenencia a una tierra que es suya, una terra planetaria que es nuestra, y la sustancia fangosa, terrenal, telúrica con la que materializa gran parte de su obra. A través de sus manos, terra asume una y muchas formas, todas distintas, todas entrelazadas. Esta relación entre el compromiso plástico de Chaile con las figuraciones ancestrales asociadas a su tierra natal en el norte de Argentina, la captura de rastros sincréticos de identidad indígena de varias civilizaciones y el uso del adobe como elemento básico que estructura y da forma a sus creaciones es lo que hace que su práctica sea tan relevante y única. Los rostros de sus personajes, sus ojos alargados, expresiones misteriosas y manos delicadas que abrazan cuerpos estilizados tienen sorprendentes afinidades con las figuraciones minoicas, indígenas americanas y polinesias. El hecho de que todos surjan de sustancias tan desnudas como el barro, el agua y la paja solo realza un enfoque sincrético que conecta el suelo, el mundo y la Tierra.Extracto del texto de Filipa Ramos
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